- 22 de noviembre de 2019
- Posted by: adtusalud-admin
- Categoría: Noticias
La historia de la medicina nos ha ofrecido grandes informaciones sobre los cambios que han ocurrido en el desarrollo del conocimiento, la relación médico paciente y los modelos de gestión. Desde la edad media hasta el siglo XVIII las estructuras hospitalarias estaban dedicadas más bien a la parte caritativa de alojar a los peregrinos y dar apoyo espiritual desde las visiones religiosas imperantes.
A partir de ese momento hay un cambio radical con la entrada de la medicina y el medico a estos centros de salud, transformando la esencia del hospital de caritativo a curativo e introduciendo un nuevo modelo de gestión, la del médico como gerente de dicho centro de salud y los antiguos gerentes pasando a ocupar solo el rol del manejo de la dimensión espiritual de los enfermos. Una ética de servicio con dos lógicas de gestión.
En el siglo XX se produce otro gran cambio cuando el médico empieza a ser desplazado por una nueva figura que es el gerente especializado en estos temas, aunque muchos de ellos se especializaron en gestión de salud y se quedaron dirigiendo. A esta etapa les acompañó la gran revolución tecnológica y ambos procesos le acompañaron nuevas preguntas de orden ético, pues situó en un mismo escenario: una ética y dos lógicas de gestión, una clínica y otra administrativa o burocrática, complicada ahora con la irrupción de la tecnología.
Ahora en pleno siglo XXI entramos a un nuevo paradigma marcado por la aplicación de la tecnología y la doble lógica mencionada más el desarrollo de la salud digital, lo cual trae avances, desarrollo pero también nuevas cuestionantes éticas que la bioética intenta acompañar en el proceso de vincular las tecnologías digitales con todo el entorno de la salud, teniendo además que garantizar que se mantenga el enfermo como centro de mayor importancia y el respeto a su persona, sus decisiones y su dignidad.
La digitalización de los procesos vs la preservación de los cánones de la moralidad pasa por la preservación de espacios ganados y otros aun en camino a ser conseguidos, como lo es el hecho de que los expedientes electrónicos contienen información privada y a veces intima que podría romper con el anonimato y sobre todo con el secreto médico que hace tiempo paso de ser una obligación del médico a un derecho del paciente
Afloran preocupaciones sobre la relación médico paciente, pues aunque no se perderá el encuentro físico y el examen, sin dudas mucha información será servida de manera tecnológica por vía de analíticas, imágenes, restringiendo los espacios y tiempos de comunicación cara a cara, porque habrá más información diagnóstica en la pantalla, pero arriesgando la perdida de la mirada expresiva del dolor y la esperanza. Es un reto de humanizar la tecnología
El consentimiento informado ganará en tanto ya muchos programas no permiten al médico avanzar si ese requisito no está cumplido, pero se arriesga a dejar de ser un instrumento para la comprensión de las situaciones, la conciencia de médico y paciente de que este último es el dueño del cuerpo y que la toma de decisiones le corresponde al evaluar en un índice de riesgos- beneficios.
La transformación digital del sector salud cambiará la relación conocimiento-práctica (episteme-doxa) ya que la tecnología que hoy es tecne, doxa, practica podría asumirse como conocimiento, ciencia, episteme, dejando de lado o perjudicando la comunicación que nos conduce a tener que reconocer que cada caso es cada caso y no una suma de reportes que conducen a unas conclusiones universales.
La bioética será precisada a asumir su rol desde esta perspectiva manteniendo como norma la defensa de los derechos del paciente, la obligación de reconocerlo como eje central del proceso salud enfermedad y sobre todo con la responsabilidad de asumir la toma de decisiones aun sea por vía de máquinas y procesos que se acceda a la información para un diagnostico o un abordaje más preciso pero que también deberá ser más humano.
Es interesante el reto y los avances señalados pues pondrán en juego nuevas formas de gestionar los valores intrínsecos de la medicina (ahora enriquecidos por la tecnología) y los valores instrumentales que son los que miden la eficiencia y eficacia que de seguro serán transformados en rapidez de los servicios, de entregas de resultados, de gestiones de pago o permisos con las aseguradoras que no obstaculicen o retrasen la dinámica de una atención ágil y moderna con una burocracia pesada y anticuada.
La bioética tiene que ser tomada en cuenta desde el principio como un actor importante en las estructuras que se vislumbran en la modernidad de los nuevos procesos y lógicas de gestión.
Los hospitales tienen que abocarse a tener en su estructura la mirada de los bioeticistas para puentear la bioética con la ética institucional en tiempos que sobrevivirá la burocracia con los insumos biotecnológicos aportados por la salud digital. El debate de este tema tiene que iniciarse ya entre todos los actores técnicos con la presencia del mundo moral en el desarrollo de este nuevo paradigma.
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(*) El Dr Miguel Suazo es médico, magister y pos título en bioética por la Universidad de Chile.
Es coordinador de bioética y ética institucional del Hospital General Plaza de la Salud.